La película de Paul Verhoeven, RoboCop, es una visión de la sociedad del futuro en el que la vida humana parece no tener ningún valor. La muerte del hombre no tiene intención de conmover sino que es un estorbo para conseguir otros fines.
La deshumanización intencionada en el cine de Paul Verhoeven referencia un cambio en los valores que las sociedades dan como prioritarios. Antes se aceptaba la esclavitud, ahora no. Un ataque preventivo era una declaración de guerra, hoy es sólo una advertencia. En fin, ejemplos que acusan una traslación de lo que se da como importante en una época histórica y no en otra. Mejor dicho, avisan de los aspectos que denotan lo humano en un marco espacial y temporal determinado.
La ciencia-ficción en su empeño por vislumbrar el futuro parece acercar a Verhoeven al presente como documento de lo real, ya que en el mismo presente se formula lo que está por acontecer. En este sentido, RoboCop, es un brillante ejercicio visionario al detectar la influencia de la tecnología en el desencadenamiento de la evolución humana. La sociedad que se visiona en la película es un modelo de la sociedad posthumana: urbana, violenta y superpoblada.
RoboCop es la primera película de la etapa americana de Paul Verhoeven, a pesar de ser un film con grandes pretensiones comerciales, por debajo del mismo subyacen inquietantes ideas reveladoras que proponen el juego macabro de suplantar al hombre por una subespecie superior llamada cyborg.1 Un estadio intermedio entre el hombre y las máquinas, un ser híbrido que pondría en marcha la escala evolutiva. No me queda ninguna duda de que nosotros mismos escogemos hacia dónde queremos evolucionar, siendo inconscientes de hacia que punto exactamente nos dirigimos.
Pues parece que la elección está tomada. La tecnología es cada vez y con más fuerza la que empuja el desarrollo de una especie que se expande como ganadora no ya de una selección natural sino de un determinismo económico. Una tecnología que solamente es eficaz en aquellos que la poseen, excluyendo a los demás. Aún siendo un asunto universal, como lo fueron el descubrimiento del fuego y de la rueda, sólo los pioneros logran sacar el máximo partido.
La batalla está perdida para aquellos que no accedan a los medios tecnológicos y no asuman como parte de ellos las nuevas premisas evolutivas. La brecha digital, como así la llaman los especialistas, abrirá una sociedad muy involucrada en los procesos tecnológicos y otra que sea analfabeta en esos menesteres. Pero detrás de la propia tecnología existe alguien que controla y fomenta unos hábitos determinados. La tecnología tiene muchas razones para existir, la más importante, mejorar la calidad de vida de los hombres. ¿Qué ocurriría si esta mejora desbordase al hombre posibilitándole una nueva identidad?
RoboCop, en este sentido, es la clave intermedia para comprender en toda su magnitud estos cambios históricos tan convulsos. Peter Weller2, el actor que interpreta al personaje, es un policía humano que patrulla las calles de la insegura Detroit (Estados Unidos). Hasta ese momento se nos muestra una historia convencional sobre hombres que quieren hacer el bien por encima de toda maldad, salvaguardando la ley y el orden en una ciudad dominada por el caos y el vandalismo.
Al poco tiempo de iniciarse la película el protagonista (Alex J. Murphy) muere a manos de una banda de traficantes y asesinos a sueldo. Aquí es cuando Paul Verhoeven da un giro inesperado a la trama, convirtiendo un thriller en una película de ciencia-ficción. El cuerpo muerto del agente Murphy pasa a ser propiedad de una gran multinacional llamada Omnium Consum Products (OCP), una empresa privada que también financia y gestiona el departamento de policía de Detroit.
La muerte del policía Murphy viene representada por un fundido en negro que anuncia una ausencia, preciosa metáfora del desvanecimiento de la identidad humana hasta su transparencia. Es en este momento cuando la imagen negra delimita el hecho mortal de lo humano para ver a través de un inteligente plano subjetivo una imagen difusa de un monitor mal sintonizado. Una metonimia perfecta que sirve de enlace para entender que la muerte del agente de policía a dado paso a la vida de otro ser, y que aunque se comprenda que ya no es Alex J. Murphy, sí se sobreentiende que tienen algo en común con él. De esta forma se nos muestra el primer nacimiento del cyborg auténtico de la historia.
La muerte de Murphy no supone un final, se perpetúa su existencia en la figura de RoboCop, un ser perfeccionado de carne y metal y diseñado para defender la ley en un mundo violento. Por lo tanto, RoboCop es un ser transhumano que vive en una sociedad posthumana. Con ello me refiero a que lo transhumano afecta a lo humano especialmente, y gracias a la tecnología el cuerpo se puede modificar hasta lo que una vez se soñó sobre sí mismo. El nuevo cuerpo del agente de policía Murphy es RoboCop, ambos con la misma identidad, memoria y recuerdos. Son un solo ser. Así, el cyborg es un transcuerpo, porque es un ideal de hombre perfecto –el Frankenstein contemporáneo-, ya que el prefijo remite a significados de: “más allá”, “a través de” y “cambio”.3
La sociedad en la que vive RoboCop es posthumana, al detectar en la película una mínima valoración de la vida, rasgo que caracteriza al director al extremar la violencia y usar el cuerpo humano como mera carne de ganado. El concepto de humano presentado en la película es nulo o vago. El único individuo que tiene conciencia del concepto humano es el cyborg RoboCop, sutil ironía, que además de poner orden en la ciudad de Detroit es el encargado de transmitir y recordar la condición humana a una sociedad posthumana.
Un cuerpo transhumano que advierte (y aquí reside la grandeza de un film menospreciado por la crítica) de los riesgos de una civilización que parece encaminada a autodestruirse, a ser posthumana y olvidarse de quién es. Se puede ser humano, mejorarse como especie ayudado por la tecnología y la ciencia, pero no se puede dejar de tomar conciencia de que el rasgo básico de la humanidad son precisamente los valores humanos.
1 Del inglés cyber-organism, individuos todavía humanos que conservan parte de su estructural biológica natural, el cerebro, y presentan un cuerpo transformado por la ayuda de implantes tecnológicos, cuya finalidad consistiría en buscar su perfeccionamiento como especie.
2 Peter Weller (1947) es un actor norteamericano muy conocido en la década de los años ochenta y noventa al haber participado en películas de carácter muy comercial y en otras más minoritarias como RoboCop (Paul Verhoeven, 1987), RoboCop 2 (Irvin Kershner, 1990), Nacked Lunch (Almuerzo Desnudo, David Cronenberg, 1991) o Mighty Aphrodite (Poderosa Afrodita, Woody Allen, 1995).
3 A este respecto aconsejo leer el interesante artículo de Torrijos Pareja, Fernando, “Estéticas Transhumanas: del cyborg al androide” publicado por Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, 2004. http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-170-53.htm
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